La melodía acompañada, como ya mencionamos, es la textura predominante en nuestra música desde el clasicismo. Como tal, el rol del acompañamiento también ha evolucionado e innovado en estos últimos 300 años. En esta lección veremos qué opciones tenemos para crear acompañamientos con un carácter propio.
El rol del acompañamiento
Por un lado, un buen acompañamiento le da vida a la melodía, la hace brillar y desata su potencial mediante un buen soporte armónico y rítmico. Desde ese punto de vista, su función es, como lo indica su nombre, acompañar.
Pero, por otro lado, un acompañamiento bien pensado puede darle un sentido totalmente nuevo a una melodía: un acorde distinto (o una forma distinta de tocar ese acorde), o un ritmo nuevo e interesante, o un timbre especial, son elementos que le dan nueva vida a nuestras composiciones.
Podemos decir que entre el acompañamiento y la melodía se da una conversación, en la que nunca deberíamos tapar u opacar el material que está en el primer plano. Por ello es esencial manejar las interacciones entre los distintos planos y entender hacia dónde se desvía la atención en cada momento.
Por ejemplo:
- Si estoy en un contexto de guitarra y voz, lo más normal sería que la guitarra esté haciendo el acompañamiento y la voz la melodía (lo que no implica, necesariamente, que no pueda ser al revés en algún momento). Este acompañamiento por parte de la guitarra puede variar en un sinfín de posibilidades: desde un arpegio suave hasta un rasgueo intenso, pasando por acordes largos en formato de colchón y un riff obstinado. En este caso, la guitarra también tocará los bajos, que pueden ser más o menos independientes de los acordes según la técnica.
- Ahora, si tuviésemos un piano, un cuarteto de cuerdas y tres voces, es más probable que el rol de acompañamiento oscile entre el piano y el cuarteto de cuerdas, mientras que el rol melódico lo tomaría probablemente una voz principal. Luego, las demás voces podrían apoyar a la melodía principal (engrosamiento, relacionado con la homofonía) o bien hacer colchones armónicos sumándose al plano de fondo. Las posibilidades tanto del piano como del cuarteto al acompañar son inmensas: notas cortas repetidas con un ritmo percusivo, notas largas como colchón, arpegios, pizzicato en la cuerda (usando los dedos en vez del arco), etc. El rol del bajo lo podría llevar el piano, el violonchelo, o una combinación de estos.
- También hay casos en donde hay aportes melódicos desde el acompañamiento: pequeños contrapuntos, contramelodías o contracantos, que le dan dinamismo a la textura. De hecho, es muy usual que el bajo rellene con pequeñas melodías en los finales de frase, generalmente durante los silencios de la melodía principal. A esto se le suele llamar fill (relleno) en la jerga del arreglo musical.
El rol del bajo
Le llamamos bajo a la voz más grave de una determinada textura. En la mayoría de la música pop rock, este rol lo lleva un bajo eléctrico. En el jazz es común usar un contrabajo tocado con los dedos, mientas que en una orquesta de cuerdas lo normal es que los contrabajos se encarguen de los bajos tocando con arco.
Al estar en el extremo grave, destaca mucho: tanto que a veces le llaman la segunda melodía.
El bajo tiene 3 roles u obligaciones: define la armonía, funciona como una melodía y contrapunto a la melodía principal, y además muchas veces es el motor rítmico de la música junto al bombo. Desde este punto de vista, es toda una hazaña crear una buena linea de bajo, coherente y convincente, que cumpla a cabalidad con todos estos roles.
En música moderna, el plano bajo se comparte entre la línea de bajo y el bombo, y generalmente están en sintonía a nivel rítmico: no tocan necesariamente los mismos ritmos, pero si se podría decir que, a nivel global, hacen los mismos acentos y siguen una misma clave.
Como mínimo, es poco probable que se contradigan el uno al otro (a nivel de rítmica).
Después tenemos el factor contrapuntístico entre la melodía principal y la línea de bajo, o sea, cómo se relacionan estas dos melodías. Breves consejos al respecto:
- Es buena idea que la actividad rítmica de la melodía y el bajo se complemente bien. Si en algún punto tenemos más notas en la línea de bajo, tal vez sería buena idea que en ese mismo momento la melodía principal sea menos activa, y viceversa. Por eso es que la mayoría de l@s bajistas incorporan los fills al final de la vuelta, cuando la voz ya terminó su frase o está cantando una nota larga.
- Si te interesa obtener una sonoridad más suave, o si tu textura tiene pocas voces, es buena idea que entre melodía vocal y bajo respetemos algunas reglas básicas de contrapunto:
- Lo ideal es buscar intervalos de tercera y sexta entre bajo y melodía, más que la octava. Así tenemos más riqueza armónica.
- El movimiento contrario siempre va a ser lo más rico, es decir que bajo y melodía se muevan en direcciones opuestas.
- Si llegamos a una octava o quinta, es mejor que se llegue por movimiento contrario, evitando movimiento paralelo y directo.
- Si queremos una sonoridad más tosca o dura, podemos evitar todo esto: muchas veces lo más efectivo en estos casos es usar octavas y quintas paralelas o directas, por ejemplo.
Texturas de acompañamiento
Ahora detengámonos en algunos diseños estándar de acompañamiento (clichés):
El acorde lleno y resonante o “colchón”
Es la forma más rudimentaria pero muchas veces la más efectiva: acordes tocados en bloque, plaqué, permitiendo que resuene. Deja espacio vacío a nivel rítmico (ya que son notas largas), dentro de lo lleno que puede ser armónicamente. Fíjate que, aunque sea un colchón, hemos utilizado una síncopa para darle más interés.

Fig. 3-6. Acompañamiento “en colchón”.
El arpegio
Se trata de tocar secuencialmente las notas de un acorde, es decir, una por una. Muy idiosincrático del piano y la guitarra, instrumentos en donde resulta fácil de ejecutar.
El efecto que genera es triple:
- Por un lado tiene un elemento motor ya que, al tocarse las notas una por una, implica un cierto ritmo (generalmente un ritmo continuo: corcheas, semicorcheas, tresillos, etc.).
- Por otro lado, al tocarse las notas una por una tiene un elemento melódico que puede ayudarnos a conseguir más riqueza contrapuntística o, por el contrario, entorpecer la melodía.
- Y, ciertamente, implica un componente armónico ya que en general utiliza exclusivamente notas de un acorde y la armonía se siente muy claramente (aunque se incluyan algunas notas de paso).
Suele generar un efecto liviano y un tanto acuático, pudiendo lograr incluso una sensación de trance si se repite obstinadamente. Pero la verdad es inmensamente amplia la variedad de patrones de arpegio posibles. En el ejemplo hemos llenado solo la primera parte del compás en cuanto al ritmo, algo que yo a veces llamo medio arpegio.

Fig. 3-7. Acompañamiento en arpegio.
Armonía con un ritmo percusivo
En cierto sentido similar al colchón, con todas las notas del acorde tocadas de forma simultánea, pero esta vez con un ritmo bien definido y articulado. Tiene un componente armónico y un componente motor.

Fig. 3-8. Acompañamiento percusivo.
Contracanto – contrapunto
A veces en el segundo plano, que corresponde al acompañamiento, aparecen intervenciones melódicas importantes. En este caso hemos duplicado la melodía con una guitarra eléctrica para que se sostenga frente a las intervenciones melódicas del piano.

Fig. 3-9. Acompañamiento contrapuntístico.
Riff
Ya vimos en el Blues que el riff es una melodía repetitiva. En este caso, el riff como acompañamiento (típico del rock), será una melodía gruesa y generalmente en un registro grave, que se repite obstinadamente. Puede ser muy simple o tremendamente complejo, y tiene un valor contrapuntístico ya que es una melodía. Muchas veces también perfila una armonía o se ajusta a la misma para evitar choques o ambiguedades, como en el ejemplo.

Fig. 3-10. Acompañamiento en forma de riff.
En realidad son infinitas las maneras posibles de acompañar una melodía. Estos son solo ejemplos representativos.

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